La reacción de Alberto Fernández a la exigencia de CFK y la jugada de La Cámpora.

La reacción de Alberto Fernández a la exigencia de CFK y la jugada de La Cámpora.

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El albertismo se niega a negociar luego que el cristinismo confirmara que no dejará el Gobierno. El proyecto que retomarían los K, que no concretaron en 2019.

Alberto Fernández no está dispuesto a aceptar las condiciones que le impone Cristina Kirchner para recomponer la relación presidente-vicepresidente, públicamente rota. “Cristina está esperando que Alberto se rinda”, es la frase que más réplica en el camporismo. 

Pero el mandatario seguirá adelante con su proyecto reeleccionista 2023 y sosteniendo a aquéllos ministros que Cristina desearía expulsar del gabinete ya mismo como Martín Guzmán, Claudio Moroni y Matías Kulfas.

Lo que también tiene en claro es que no se va a detener en la interna ni alimentará la grieta en el Frente porque eso significaría la ruptura definitiva en su Gobierno. 

Prefiere predicar la unidad en el desierto del 2022 y esquivará cualquier disputa.

Eso sí, en el albertismo de la Casa Rosada alimentan esa posición del mandatario en función de un dato concreto: el cristinismo, a través de su portavoz Andrés “Cuervo” Larroque, ha dejado claro que no abandonará el gobierno porque su arquitecta egipcia es Cristina.

“Como no quieren la unidad pero ya sabemos que tampoco van a abandonar el barco, es mejor entonces que continuemos así, no hay nada que negociar”, retruca un funcionario. 

El 2023, año electoral, sí sería el momento en que Fernández buscaría dirimir liderazgos, sobre todo si su candidatura a la reelección crece. 

¿Se animaría a enfrentar a Cristina?. Por ahora es sólo un enunciado pero suena utópico en alguien que rechazó desde el inicio la construcción de poder.

En el albertismo creen que los códigos del peronismo se han roto, que aquello de “lavar los trapos sucios en casa” se vulneró con los trascendidos sobre charlas privadas, como la de Alberto y Larroque, en el que quedaron reflejados los malos tratos del bonaerense hacia el Presidente -”No te voy a permitir”, le habría dicho- , en términos institucionales. Por más que lo haya designado Cristina.

Argumentan que ni La Cámpora ni el massismo tienen responsabilidad de gestión y eso les permite hablar con cierta liviandad de la gestión y de la debilidad o falta de reacción de Alberto. 

Sergio Massa ya dio señales de alguna rebeldía respecto de la interna, que nadie sabe en qué derivará.

La Cámpora, con el aval de Cristina, sigue adelante con su propio proyecto 2023. 

En verdad, es una idea que la agrupación de Máximo Kirchner ya tenía en 2019 para las elecciones, pero que no logró concretar: que Eduardo “Wado” de Pedro se postule para gobernar la provincia de Buenos Aires. En aquél entonces, De Pedro no estaba instalado y su figura era poco conocida.

En cambio hoy, a diario se difunden todas sus actividades como ministro del Interior mostrando su lado moderado, dialoguista y descontracturado. 

Y siempre hay recorridas por territorio bonaerense o actividades en su ciudad natal, Mercedes, los fines de semana. 

También hace campaña en twitter a través de la cuenta “La Remisería de la Rosada” donde aparece dentro de una suerte de logo peronista haciendo la “v” y la define como “Una puerta abierta al periodismo argentino”. 

De alguien que renegaba del periodismo y de hablar con los periodistas a un dirigente que se ha vuelto una estrella política en las redes, es un cambio que lejos de la casualidad encierra un claro objetivo político, instalarse como candidato.

Wado de Pedro podría ser candidato a gobernador de la alianza entre el cristinismo y los caciques del conurbano con Martin Insaurralde a la cabeza, que hoy reconoce “sin Cristina no se puede y con Cristina sola no alcanza”, pero para la gobernación. 

Los intendentes del PJ aceptarían a De Pedro como candidato si Insaurralde lo acompaña.¿O como compañero de fórmula de Insaurralde?

No así a Máximo Kirchner porque todas las mediciones lo ubican como una figura refractaria, tanto para el electorado bonaerense como en el peronismo bonaerense. 

En cambio, De Pedro, alguien poco conocido, sin experiencia de gestión, daría un margen de duda en el electorado no cristinista que entusiasma al Instituto Patria. 

El mismo efecto que causó la figura de Alberto Fernández en el 2019.

Claro que todo este esquema cierra si desdoblan las elecciones de la Provincia. Porque el teorema nunca escrito señala que cuando se vota presidente y gobernador, lo que priman son las puntas: importa más el candidato presidencial y el postulante a intendente que el gobernador.

El intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, uno de los rebeldes que se opusieron a la asunción de Máximo en el PJ bonaerense admite que en la provincia es necesario discutir “si hay que desdoblar o no”. 

Aunque su argumento tiene más que ver con que se discutan los asuntos de la provincia y no se nacionalice siempre el debate al ir alineadas con la nación, esto marca que se habla de desdoblamiento.

Para desdoblar, hace falta mayoría simple en la Legislatura bonaerense. Pero no haría falta convencer a Juntos por el Cambio. Los dos diputados que responden a Javier Milei, votarían a favor porque le facilitaría competir para la presidencia evitando que sus competidores traccionen los votos bonaerenses. El tema genera ruido en Juntos por el Cambio.

El distrito bonaerense hoy sería la excepción. “Yo te firmo que al menos 20 provincias van a desdoblar porque lo están analizando seriamente”, admite un funcionario nacional de segunda línea que suele tener un diálogo fluído con los gobernadores.

Ese esquema en la provincia dejaría afuera la ambición reeleccionista de Axel Kicillof. Llama la atención que algunos funcionarios clave de su administración –que no son intendentes- a la hora de elegir un candidato a gobernador entre Máximo y Axel, prefieran a Insaurralde.

¿Cuál sería el mejor candidato de JxC para enfrentar semejante movida política y una eventual fórmula De Pedro-Insaurralde? “Hay que esperar, falta mucho. Pero lo que te aseguro es que si eso pasa, hay que barajar y dar de nuevo. Y poner lo mejor”, asegura un operador opositor.

“Vos no podés gobernar la nación si no ganas la provincia. La pregunta es, vamos a seguir haciendo cualquier cosa en la provincia o vemos cuál es la mejor opción. La primera definición es que tenemos que ganar la Provincia”, opina un dirigente radical. Ya lo padeció el presidente Fernando de la Rúa cuando en La Plata habitaba el peronista Carlos Ruckauf.

En el PRO sigue el debate abierto acerca de si debería ser Diego Santilli el candidato, ya que venció en las PASO del año pasado y su lista ganó la elección en la provincia, además de ser el referente de Horacio Rodríguez Larreta. O bien darle aire a otras opciones como Cristian Ritondo, Néstor Grindetti o Jorge Macri.

Pero en la UCR bonaerense la construcción va por otro lado. Con la impronta de su titular, Maximiliano Abad, se busca tener más volumen partidario. En forma permanente se organizan actividades como un congreso provincial sobre narcotráfico y seguridad; la presentación de la fundación del partido; una movida llamada “Mujeres no”, que significa que los radicales no se sentarán donde no haya una mujer; o un encuentro de abogados radicales en mayo, en Mar del Plata. Un dirigente asegura que “hay un estado de éxtasis; estamos preparando el ejército para una pelea”, por la definición de candidaturas dentro de JxC.

El devenir de las especulaciones políticas está agitado por la estampida inflacionaria. “El índice de marzo es horrible”, admiten en el Gobierno y hablan del factor “emocional” que provoca. Claro, el impacto en el bolsillo genera bronca en la sociedad -no es para menos- y opaca cualquier variable de la economía que pueda andar bien.

“El problema más grande es político, podemos hacer la mejor política de precios, dolarizar, acuerdos, pero si la interna es profunda, no me van a creer”, asegura un economista que asesora al Frente de Todos. ¿Cuál sería la señal que se debería dar a los mercados? Nadie cree en un mega pacto social como la mesa del Diálogo en 2001. Pero que al menos, que haya pautas mínimas de convivencia y que el Gobierno pueda mostrar un sendero. A esta altura, parece mucho pedir.

Walter Schmidt para La Nacion

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